El Santo Grial del consumo controlado
as guerras, las infecciones, los accidentes de tránsito, las enfermedades crónicas no transmisibles. Ese es el listado más corto de las terribles causas masivas de muerte a lo largo de la historia de la humanidad.
La última es consecuencia de nuestros actuales hábitos de vida y está asociada a males como el sedentarismo, el tabaquismo y la obesidad.
Combatirla no es fácil. No hay vacuna –al menos, hasta el momento– para impedir, por caso, que se desarrolle en una persona el tabaquismo. Tampoco para generar automáticamente la actividad física en sociedades que han desarrollado inventos para tener una vida más cómoda y en la que el control remoto parece el símbolo de nuestra renuencia a movernos.
En ese marco, se buscan estrategias relacionadas con la educación y combinaciones de incentivos y desincentivos de todo tipo: legales, económicos, psicológicos, morales.
La aplicación de impuestos y el aumento de alícuotas al tabaco son ejemplos. Y, algo en lo que se comienza a trabajar ahora en la Argentina, también lo es el etiquetado frontal de alimentos. Esto es: signos inequívocos en el envase de que un producto tiene componentes que pueden afectar la salud física del organismo, como el sodio, los azúcares y las grasas.
La industria alimenticia –así como antes la tabacalera– ha respondido de manera airada. Dirigentes de las cámaras sectoriales que agrupan a las empresas dicen que se está demonizando a los alimentos.
En medio de la discusión incipiente sobre la advertencia que deben tener los envases, una de las empresas optó por su propio –y ya controvertido– mensaje de alerta. Pone en las unidades una frase que alude a la porción recomendada de ese producto.
En el contexto de una sociedad de consumo, donde la ingesta controlada de alimentos ricos en grasas y azúcares es difícil, esa alternativa es cuestionada por especialistas.
Los productos, hay que decirlo, no son malos en sí mismos. Y, también hay que reconocerlo, hay una diferencia respecto del tabaco, que no tiene dosis inocuas.
Sin embargo, el argumento del consumo controlado (que tiene décadas) ignora –a sabiendas o no– que hay alimentos que potencian las dificultades para comer en porciones pequeñas. Moderar el deseo con la razón no parece ser la base efectiva para resolver una situación epidémica.
Esta semana, un grupo de asociaciones que buscan promover la salud, como Fundeps, hará una presentación contra dicha empresa ante la Defensoría de Niños, Niñas y Adolescentes, que en Córdoba conduce Amelia López.
Argumentan que mensajes como el de “tu porción justa” han sido criticados por especialistas “por contradecir recomendaciones de organismos de derechos humanos y prestigiosas organizaciones como la OMS”.
Una impensada polémica, con base en una también curiosa resistencia de la industria alimenticia, suma por estos días un capítulo clave.
Fuente: La Voz